Lo que hace que la visita sea especialmente interesante es que el Monasterio de Santa Catalina en sí es un pequeño pueblo de 20.000 m2 rodeado por un muro de 4 metros de altura que separaba la vida de las monjas de clausura de la del resto de los habitantes de Arequipa.
Pues de hecho lo siguen separando porque, aunque hoy en día se puede visitar en su mayor parte, todavía hay un espacio privado donde residen algunas monjas.
El monasterio fue fundado a finales del siglo XVI por una viuda adinerada que fue muy selectiva a la hora de elegir qué monjas podían entrar en el convento.
Todos procedían de familias españolas buenas y adineradas y para entrar al convento tenían que traer una gran dote.
Pero la vida dentro del Monasterio de Santa Catalin@ no debería ser muy difícil para ellos.
Ya que podrían tener entre uno y cuatro sirvientes, e incluso celebrar fiestas.
Todo esto muy lejos, sin duda, de la vida que entendemos hoy que deben llevar las monjas de clausura que aún viven en el monasterio.
Esta forma de vida duró tres siglos, durante los cuales las propias familias pudieron construir la celda de sus hijas.
Estas celdas se pueden visitar y han comprobado que de ninguna manera son pequeñas y aisladas.
En muchos casos tienen múltiples habitaciones e incluso sus propias cocinas.
HECHO DE SILLAR
Se ha convertido en una parada obligada para los turistas que llegan a la ciudad blanca y desde hace unos años este lugar junto con el Cañón del Colca es el destino turístico más visitado de Arequipa.
Uno de los rasgos más bellos de la arquitectura del monasterio es el origen de los materiales con los que se construyeron sus muros.
Para construir este lugar, los trabajadores utilizaron las famosas sillares blancas y rosas de la ciudad de Arequipa.
Loss cuáles provienen de dos de sus principales volcanes:
Chachani y Misti.
Así, las técnicas de construcción se mezclaron con las españolas con la piedra típica del lugar para crear una auténtica obra de arte de la arquitectura colonial peruana.
Iniciando el recorrido por el Monasterio de Santa Catalina 😀
Los guías que ofrecen actualmente el tour por 35 soles.
Explican que no fue hasta 1970, animados por la extraordinaria belleza del monasterio, que una empresa privada decidió abrir parte del monasterio al turismo y preservar la zona norte del complejo en los sujetos de fe.
Desde el momento en que pasas el portal del monasterio, bajo el relieve de Santa Catalina de Siena, cada patio o habitación te contará una historia.
El patio del silencio, por ejemplo, donde se reunían para leer la Biblia en silencio, o el claustro de naranjos, donde el Viernes Santo las monjas recuerdan la pasión de Cristo.
Y por supuesto su iglesia, donde además de los confesionarios de clausura, resulta curioso el altar dedicado a la Beata Sor Ana de los Ángeles Monteagudo.
Una de las monjas que vivió en el convento y fue beatificada por su fe y sus milagros.
La guía opta por el salón estrecho y hermoso.
Los muros son muros gruesos que han resistido terremotos.
Además se esconden del ruido y mantienen la calma de su entorno.
Está la pintura que representa la Última Cena de Santa Catalina de Siena y la Virgen de la Vestimenta.
El patio, el claustro y las celdas preceden a una cocina que, a pesar del hollín, mantiene intacto el hogar de las monjas, en el que se guardaba el pan de los vecinos del claustro.
Llegamos al claustro de la Pasión.
Está sostenido por cinco arcos, y en el patio se erigen tres cruces para fortalecer la fe.
Dejando en los extremos naranjos brillantes.
Luego entramos en la calle Córdoba.
Cuyas paredes blancas albergaban las habitaciones donde vivían las monjas y un grupo de sirvientes.
La calle Toledo, con su color rojo intenso, conduce a la cafetería actual donde poder tomar un descanso.
Al final del pasillo se puede ver la lavandería y sus veinte cántaros de barro en los que las monjas y los sirvientes lavaban sus ropas.
En la calle Burgos destacan los artísticos faroles de forja.
Desde aquí se divisa la cocina de sillería oscura y húmeda, que originalmente se utilizó como iglesia hasta la reforma de 1871.
En la calle Sevilla, entre farolas y gárgolas, hay coloridas macetas con geranios y al fondo la vista del campanario.
Tramo final
La propia Plaza de Zocodover es un gran atractivo.
Destaca su fuente circular y su fuente de agua cristalina desde donde se divisa la piscina donde se bañaban las monjas en verano.
Hermosas puertas de estilo barroco con historias de fe y silencio.
Caminamos por el claustro de Los Naranjos que representa la renovación y la vida eterna.
Vemos en la Pinacoteca más de un centenar de pinturas coloniales..
La capilla de un lado y la pinacoteca del otro, en el borde de este edificio que tiene forma de cruz.
En el claustro de la Beata Sor Ana de los Ángeles Monteagudo se puede leer una reseña que señala que fue beatificada por Juan Pablo II en 1985 durante su visita al Perú.
Por su vida conventual y su atribución de milagros.
PINTURAS DEL MONASTERIO …
Esta ciudad, transformada en museo, conserva obras de arte de diversos estilos artísticos de la época del Virreinato y los primeros años de la República.
Entre ellos, podemos destacar 99 piezas de la escuela cusqueña.
Retratos de las monjas del lugar con los ojos cerrados, propiedad que se debe a que fueron retratadas luego de su muerte.
También debes saber que algunas monjas de cabellos de monasterio aún permanecen en el ala norte del monasterio.
Por lo que no es de extrañar encontrar una monja durante la visita a este lugar.
En Santa Catalina destaca la solidez y plasticidad de los volúmenes más allá de sus diversas áreas, dormitorios, pasillos, calles, jardines, pinturas coloniales y motivos religiosos.
Haciendo que la experiencia del recorrido esté llena de historia.
Los lugares más importantes para visitar en el convento de Santa Catalina son:
la fachada del monasterio, el claustro de los Naranjos, el patio del silencio, el claustro principal, la cocina, el lavadero, el campanario y la iglesia.
No debemos dejar de subir las escaleras que conducen a los tejados del Monasterio de Santa Catalina para volver a escuchar el ruido de las calles de Arequipa y ser conscientes de que estamos en el siglo XXI y que no hemos retrocedido en el tiempo.
En conclusión!
Actualmente, el visitante puede pasear por un gran complejo que es el Monasterio de Santa Catalina.
Recorrer calles que recuerdan a ciudades españolas (Córdoba, Burgos, …) y pasear por cientos de rincones donde siempre habrá una planta. O un farol de los que están Se iluminan para la visita nocturna.
El silencio que ocupa cada uno de sus rincones, los secretos que parecen guardar sus muros.
Los colores vivos de sus muros, sus imperfectos arcos y bóvedas …
cualquier cosa que veas a tu alrededor hará que quieras quedarte en este lugar durante muchas horas.
El Monasterio de Santa Catalin@ es definitivamente un lugar turístico imperdible en la ciudad de Arequipa.
Sus hermosos muros de piedra en diferentes colores lo hacen visualmente atractivo.
Además esconde una gran historia religiosa y de la conquista española.
Su arquitectura colonial es admirable desde todos los ángulos.
Santa Catalina es, más que un monasterio, un crisol de secretos que el visitante apenas puede vislumbrar a través de sus recintos, pero cuya verdad permanecerá para siempre entre sus muros.
Dirección: Calle Santa Catalina 301, Arequipa
Programa:
Dirección: Calle Santa Catalina 301, Arequipa
DE LUNES A DOMINGO 09:00 A.M. A 5:00 P.M.
*ÚLTIMO INGRESO DE VISITANTES 4:00 P.M.
Cerrado al público ● Viernes Santo, 25 de diciembre y 1º de enero
INFORMACIÓN IMPORTANTE
El Monasterio de Santa C. ha elaborado un estricto protocolo de bioseguridad, para que puedan disfrutar de una visita segura y placentera. VER PROTOCOLO
* La venta de boletos se realizará online y con reserva de horario. Los pagos se pueden efectuar con tarjeta Visa, Mastercard, American Express, Dinners Club, Unionpay y Maestro.
El servicio de guiado es opcional y no está incluido en el costo del boleto.
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